La Directora Nacional de Economía Popular dentro del Ministerio de Desarrollo Social habló con el portal Nación Trabajadora sobre el íntimo nexo que existe entre su origen humilde en el seno de una familia solidaria, el rol que viene desempeñando como histórica referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y el ejercicio de la función pública al servicio del sector que representa: los recuperadores urbanos. El plan Argentina Recicla, un modelo de organización que funciona en CABA y sueña replicar en todo el país.
Transcurridos dos años y medio de su gestión, los resultados hablan por sí solos. Gracias a ellos y a su profundo sentido de lo colectivo, María logró ganarse el respeto de propios y extraños. Lleva casi dos décadas quitándole horas al sueño para estar a la altura de sus obligaciones de madre, cartonera y, ahora, funcionaria. Bajo su coordinación, el programa “Argentina Recicla” reconoce y fortalece el trabajo que realizan los recuperadores urbanos a lo largo del vasto suelo patrio. La iniciativa cuenta con varias líneas de asistencia diseñadas desde la perspectiva de los trabajadores y las trabajadoras. Incluyen entrega de equipamiento, financiamiento para herramientas e infraestructura y promoción de valor agregado y redes de comercialización directa.
Entrevista a María Castillo, quien fue Directora Nacional de Economía Popular dentro del Ministerio de Desarrollo Social (2019-2023). Realizada por Juan Manuel Fontana, Magdalena Tóffoli y Santiago Liaudat. Publicado en Agencia Paco Urondo el 1 de febrero de 2023. Esta entrevista fue parte de la investigación para el libro El subsuelo de la patria.

¿Cuál es tu desempeño actual? ¿Quién es María Castillo?
-Soy la Directora Nacional de Economía Popular y responsable del Programa Argentina Recicla del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Tengo 45 años, nací en Lomas de Zamora y soy cartonera, mamá, abuela y militante. Mi familia paterna económicamente no está mal, se sostiene; la de mi mamá, en cambio, es muy humilde. Mi papá y mi hermana de 8 años murieron en un accidente en 1995. En ese momento quedamos mi mamá y yo nada más. A los tres meses que muere mi papá, me junté con mi pareja. Al poco tiempo fui mamá, con 19 años. Tenemos ahora tres hijos. Seguí tratando de estudiar, pero tenía que acompañar a mi mamá en un proceso bastante duro. Esa cosa de abrazar y contener y estar a pesar de cualquier circunstancia, buena o mala, la tengo desde ahí. Mi viejo era una persona muy querida en Villa Albertina. Siempre decía “a los chicos hay que sacarlos de la calle, tienen que estar en un lugar de cuidado”.
¿Hacía algún trabajo social?
-Mucho laburo social a pesar de no tener nada. Llegaba mi viejo y decía: “Bueno, traigo a comer diez chicos, porque los papás no están en la casa”. Y nosotros mirábamos y decíamos: “tenemos dos milanesas”. Y bueno, mi vieja amasando, haciendo tortas fritas, mate cocido. Todas esas cosas del compromiso las viví desde el principio con mis viejos. Fue una etapa que nos marcó muchísimo como familia. En el ‘99 nació mi hija y ahí empezó la crisis. Javier, mi compañero, hacía changas y en el 2000 se quedó sin trabajo. Teníamos dos chicos para ese entonces. Empezamos a cartonear. Empezó él, porque fue el único recurso que encontramos. La familia de él ya cartoneaba casi toda. Íbamos a la zona de Congreso. Cuando era todo el quilombo, nosotros seguíamos trabajando igual, había que trabajar. Después se va De La Rúa, empieza a acomodarse un poco la cosa, pero ahí empieza la persecución hacia el sector cartonero. Es la etapa que nos permitió organizarnos. Conocernos, nos conocíamos todos; nos seguimos conociendo todos. Yo vivo en Villa Fiorito y es un barrio cartonero. Todos sabemos en qué año empezó cada uno. Y de ahí a organizarnos y estar donde estamos hoy es una locura. Fue una revolución justa, por derechos. Permitió tener una mirada más allá de lo que pasa hoy y ver cómo resuelvo no mi problema, sino el problema colectivo. Es muy importante que se conozca esta historia, cómo nos organizamos, lo que nos costó, que las nuevas generaciones entiendan todo el sacrificio que fue llegar hasta esta instancia. Hubo persecución policial e institucional, hubo compañeros detenidos, tuvimos que cortar muchas veces el Puente Alsina para que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos escuchara, y para implementar modelos que hoy vemos que funcionan. Lo importante es que esa base esté en la cabeza de los nuevos cartoneros, las nuevas generaciones, pero también en las viejas generaciones, no olvidarnos de todo ese proceso, porque si nos olvidamos de eso perdemos los valores.
No olvidarse del proceso de lucha…
Tal cual. Era difícil quedarte cortando un puente, amanecer cortando un puente, sabiendo que a tus pibes los dejabas solos en la casa y que seguramente no iban a la escuela al otro día porque vos estabas luchando. Y sabiendo que después en cualquier momento de la noche venía la policía a molerte a palos, a llevarse los vehículos y vos tenías que defender eso. Y la lógica era lograr este sistema de recolección diferenciada que hoy se encuentra funcionando en CABA, donde tenés doce cooperativas licitando y más de cinco mil cartoneros organizados. En este sistema, que es tomado como modelo de reciclado con inclusión social en todo el mundo, basado en cooperativas que obtienen mediante un proceso de licitación la exclusividad del servicio de recolección de residuos secos y la gestión de los centros verdes. Ya no existe más eso de alquilar un vehículo, ya hay camiones que directamente vienen y llevan el material, no a tu casa sino a una planta. Ya no venís arriba de un camión en malas condiciones. A mí me pasó de caerme de un camión en movimiento… Pasar frío, lluvia, todo. Toda esa vulnerabilidad que teníamos a la hora de trabajar, y que hoy siguen sufriendo otras personas.
¿Cómo fue el inicio de la organización cartonera?
Cada camión tenía su referente, su delegado, y empezamos a discutir un modelo sobre cómo corregir la situación del sector en la CABA. Era una ciudad con un presupuesto enorme destinado a reciclado y no lo utilizaba. El primer paso fue lograr el reconocimiento de que existen cartoneros, que nos reconocieran como trabajadores. Se inició con el primer censo de recuperadores. Recuerdo que el primer censo se hizo en la Asamblea de Almagro, sobre calles Medrano y Sarmiento, que fue la primera sede del MTE, donde había una olla popular. Así empezó nuestra organización, discutiendo y enfrentando la persecución. Era esto de “si nos tocan a uno, nos tocan a todos”.
El programa Argentina Recicla, ¿tiene sus orígenes ahí?
Desde el MTE se trató de discutir un modelo de trabajo para los recicladores dentro del Estado. Recién cuando nosotros llegamos a la gestión en 2019, y comencé a cumplir funciones representando al sector, pudimos implementar ese modelo de propuesta. Es importantísimo. Fue la primera propuesta de organizar con acciones claras cómo se debe desarrollar cualquier sistema de reciclado con inclusión social en nuestro país. Es la iniciativa de tener un programa a nivel nacional desde la perspectiva de los trabajadores, de los recicladores. Los que entienden cómo es esa necesidad y cómo se debe desarrollar son los compañeros, somos nosotros, esa es la realidad.
Pese a ello, la persecución a los cartoneros, incluso la coima policial, sigue bajo otros argumentos.
-Sí. No sé si tan duro como antes, pero hay reclamos de compañeros. Modificar eso también es responsabilidad del Estado. Pero actuando con sentido humanitario. La persecución se apoya en las irregularidades que todavía existen en el sector. Está claro que no está bien que un menor esté trabajando o viajando inseguro arriba de un camión o un carro, pero ¿qué pasa detrás de eso? ¿Cómo lo evitamos? Me hago cargo como funcionaria, ¿cómo colaboro para que la cosa funcione de otra manera?
Claro. Hay una complejidad, seguramente una carencia, detrás de una infracción o una contravención.
– Siempre digo, cuando a vos te falte el plato de comida, ahí vas a entender por qué esa persona va en busca de sus derechos. Y si no se entiende, averiguá, investigá, acercate y preguntá. Siempre comparo esta cosa de no entender al otro con las anteojeras de los caballos. ¿Por qué no sacarnos esas anteojeras y entender qué pasa detrás de lo que está haciendo? Muchas personas de nuestra sociedad tienen que sacarse esas anteojeras, ponerse en los zapatos de la otra persona para entender cuál es la realidad.
¿En qué momento el movimiento logró cambiar un poco la imagen del cartonero frente a la opinión pública y se empezó a reconocer el valor social del reciclador?
– Cuando conquistamos el sistema de reciclado con inclusión social, allá por 2009. Ya no venían los camiones cargados de compañeros, sino que empezó a funcionar el sistema, con colectivos, camiones ploteados, los uniformes. La gente empezó a mirar al sector de otra manera. Lo visual es fundamental en estos temas, para que cambie la mirada.
¿Cuáles fueron los principales instrumentos de política para lograr esos cambios?
-La organización fue la base principal y necesaria para que lleguemos a esa instancia. Entender de qué estamos hablando, hacia dónde se quiere ir, por qué era necesario organizarse. Es lo que seguimos planteando ahora a los nuevos compañeros cartoneros que se suman a cualquiera de las organizaciones de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR). ¿Cuál es nuestra base? Trabajamos para el otro, no para para nosotros mismos. Yo no soy “María funcionaria”, que tiene un rol esencial y bla, bla, bla. No, yo soy “María cartonera” que está cumpliendo funciones para representar al sector. Soy la vocera que discute con quien me pongas adelante. Quienes estamos en la gestión llegamos con los Proyectos de Buen Gobierno elaborados por el MTE. Ahí están los lineamientos y objetivos claros. Eso nos permite… no sé si ser eficientes, pero sí ser prolijos y saber para qué estamos acá. Hoy tenemos más de 29 mil compañeros con herramientas, se entregaron decenas de vehículos. Yo miraba la lista de lo que concretamos en estos dos años y fue impresionante.
Last modified: 22 de noviembre de 2025





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